«Estamos en guerra, nos la han declarado a los pueblos indígenas»: Ruth Alipaz, lideresa uchupiamona (La Región, 17.2.22)
Ruth Alipaz encabeza la lucha del pueblo uchupiamona contra un proyecto hidroeléctrico que podría inundar su territorio y los de otros pueblos indígenas en Bolivia.
Astrid Arellano/Mongabay Latam
Ruth Alipaz Cuqui pone la mano derecha en el aire, sonríe y dibuja con los dedos la altura de las montañas. Luego va trazando la extensión de las llanuras y el recorrido del río Tuichi, esas aguas que ha navegado tantas veces y que evocan inevitablemente pasajes de su infancia en Bolivia. Pero ahí se detiene. “Ante la sola idea de que mi territorio pueda ser inundado y que todo eso desaparezca, que mi río desaparezca, es como si me borraran la memoria”, dice con un gesto de desazón en el rostro.
Aunque el título de “defensora” no le agrada mucho, Alipaz, lideresa indígena uchupiamona, mantiene una férrea lucha contra la construcción de la central hidroeléctrica Chepete – El Bala, un proyecto que asegura pondría en riesgo la vida de la cuenca amazónica del río Beni, de donde emana el Tuichi, y que podría desplazar a más de 5 mil indígenas con la inundación de un territorio equivalente a siete veces la ciudad de La Paz.
Pero no es lo único que sucede en Bolivia. Lamentablemente, dice Alipaz, las comunidades indígenas en Bolivia no solo son destruidas al privarlas de sus territorios, sino que también son atacadas desde dentro: se copta a dirigentes, se crean organizaciones ilegítimas que firman a favor de los megaproyectos y se aniquila moral y físicamente a los liderazgos y a la gente que vive bajo constante presión. “Nos han hecho creer que es más importante el dinero que tener una comunidad y vivir en armonía y desarrollarte como pueblo”, manifiesta.
Lo mismo ha ocurrido con los proyectos mineros, pues asegura que su pueblo descubrió hace poco que el río Tuichi, dentro del territorio del área protegida Madidi, está concesionado para la minería aluvial aurífera. En ese contexto, Alipaz revela que fue amenazada. “A mí, en mi pueblo, me vienen amenazando por oponerme a la minería. Me dicen: ‘¿Qué vas a hacer cuando lleguen y te vuelen la cabeza con dinamita? A ver si vas a seguir resistiendo’”, asegura.
De dedicarse a actividades turísticas sostenibles en su región, Alipaz hoy dirige la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap). En Mongabay Latam hablamos con ella para conocer la situación de los pueblos indígenas, sus luchas y liderazgos en Bolivia.
Respecto a los territorios de los pueblos indígenas en Bolivia, ¿qué tanto es el avance en su titulación y respeto a su autonomía? ¿Ha habido voluntad política del Estado para reconocerlos?
No necesariamente por ser un Estado Plurinacional de Bolivia, los territorios están plena y legalmente reconocidos, y tampoco los que están reconocidos tienen la garantía que les provee la Constitución. Justamente esa es la situación en la que estamos ahora: no hay un solo territorio que no esté amenazado por alguna actividad extractiva en Bolivia. El extractivismo se va apoderando, va avanzando en los territorios y, en muchos casos, como el de mi territorio, que está cien por ciento dentro del área protegida Madidi —considerada una de las áreas más megadiversa del mundo— descubrimos en mayo de 2021 que nuestro río Tuichi ya estaba concesionado para minería aluvial aurífera. El río para nosotros es fundamental y ese es solamente un ejemplo de cómo están los territorios avasallados principalmente por la minería, por exploraciones petroleras, por la deforestación para el agronegocio. Es decir, tenemos territorios en papel y garantías también en papel, que sería la Constitución Política del Estado, pero el gobierno acaba de decir que van a autorizar todas las actividades mineras al interior del área protegida Madidi. El gobierno no ha puesto ninguna voluntad política después de 12 años de haberse declarado y aprobado la Constitución Política.
Hasta ahorita no se ha logrado consolidar los territorios con sus autonomías, eso ¿por dónde pasa? ¿Dónde atora? ¿Qué pasa que no se puede consolidar? No es un deseo o un sueño que no se quiera realizar por parte de los pueblos indígenas, sino que el Estado mismo se ha encargado de obstaculizar ese proceso. Es un gobierno que se pintó de indígena, que tuvo la imagen de un primer presidente indígena, con una Constitución aparentemente muy avanzada y progresista. El plurinacionalismo en Bolivia no se ha consolidado, la interculturalidad ha pasado a ser una herramienta de despojo, de avasallamiento de los territorios. En Bolivia, son 190 los Territorios Indígenas Originarios Campesinos (TIOCS), con una población de poco más de medio millón de habitantes, en una superficie titulada total de 20 millones 715 mil hectáreas, para una mayoría de población indígena en Bolivia. ¿Quiénes están acaparando la tierra? Bolivia tendría que ser territorio todo indígena, los centros urbanos están en sus jurisdicciones, pero en el campo los territorios les pertenecen a los pueblos.
En materia de organización política, ¿cómo ha servido contar con una organización como Contiocap, que usted preside, para la defensa de los pueblos indígenas? ¿En qué medida son escuchados por el gobierno?
La Contiocap se ha convertido en esa plataforma de voz de los pueblos indígenas que luchan por la defensa del territorio. El primer logro es esa capacidad de unirnos, en nuestra diversidad y, el segundo, es mantenernos y ser perseverantes en la lucha. Eso ha permitido detener muchos proyectos, en el caso nuestro el Chepete – Bala, Rositas [hidroeléctrica que se construiría sobre el río Grande] en Tariquia y Tipnis [una carretera en medio de la Amazonía], se detuvieron. Pudimos detener con nuestra lucha todo ese avance. Hemos dejado la vida en las marchas, nos cuesta la lucha, nos cuesta llanto, hambre, sed, cansancio y enfermarnos estando en las carreteras, puentes, los ríos, marchando, haciendo vigilias. Pero claro, el gobierno transitorio no ha sido diferente. Justamente, aprovechando la pandemia, han sacado más leyes, han ingresado a los territorios y, cuando más se radicalizó el extractivismo, hemos continuado denunciando. No estamos usurpándole nada a nadie, se nos viene criminalizando, acosando, persiguiendo, diciendo que estamos cometiendo intromisión. Hay organizaciones que firman para dar paso al gobierno, pero nosotros, si no hubiéramos hecho esa lucha férrea en nuestro territorio, hace mucho que muchos de los proyectos se hubieran empezado a ejecutar.
¿Qué significa ser lideresa indígena en este contexto? ¿Cómo es vivir bajo amenaza y criminalización y ver a otras compañeras y compañeros pasando por lo mismo?
Alguna vez nos han preguntado si somos líderes, dirigentes o defensores. Yo nunca lo he dicho y, en primera instancia, nunca ha sido mi aspiración. Yo vengo de proponer actividades sostenibles en Bolivia y en mi territorio, hemos promovido la observación de aves como herramienta para proteger el territorio y las fuentes de agua, y eso me ha llevado a la gestión del territorio, a vincularme a organizaciones y, desde 2016, a la defensa de los pueblos indígenas. Si soy líder o no, no lo sé, sinceramente. Pero, sin duda, dejas la vida en eso: yo empecé dando un 20 por ciento de mi tiempo y así sucesivamente hasta que ahorita, prácticamente, es lo que hago y ha relegado mi actividad que me da de comer. Defender derechos no te da de comer, al contrario, te despoja: dejas a tu familia, dejas tu trabajo, te vuelves hasta una persona solitaria, porque no tienes tiempo de tener vida con amistades y, cuando te empiezan a acosar, te tienes que cuidar y proteger a la gente alrededor de ti.
Te quita todo ser un defensor de derechos, te quieren quitar hasta la dignidad, te descalifican, te calumnian, te acusan. Te enfrentas a todo nivel de violencia, machista muchas veces, y discriminación. Es verdaderamente un terreno muy agreste que hay que soportar y seguir cada día. Resulta doloroso, porque aparte de lo sacrificado que ya es defender territorios, no contamos con apoyo ni recursos.
¿Qué sucede con las amenazas a personas defensoras del territorio? ¿Cuentan con registros y avances en los casos?
Como Contiocap, hemos hecho un convenio con el Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib) que por más de 30 años se ha dedicado a recopilar información. Estos casos son una cosa que nos presta atención y, con una justicia totalmente sometida al gobierno, no tenemos posibilidad de ir a denunciar y saber que nos va a proteger el Estado a través de la justicia. Por eso es que necesitamos datos de quienes estamos siendo criminalizados. Hemos iniciado la construcción de una plataforma donde podamos, de manera rápida, registrar hechos de violencia contra defensores, pero también la violencia a los territorios mismos. Nos ha costado todo este año (2021) construirla para que sea de fácil acceso y con datos estadísticos. No podemos decir que tenemos 100 casos de procesados o criminalizados pero, afortunadamente, podemos decir que no tenemos gente asesinada. No estamos en ese nivel, pero hay casos que pueden ser vinculados, que no hay forma de probarlos y se dan como hechos aislados.
Han metido a la cárcel a gente defendiendo sus territorios, principalmente, de la minería. En Bolivia es el sector más poderoso y tiene tanto poder económico que hasta tienen viceministro de minería, senadores, asambleístas, diputados… todo tienen los mineros y son los que están engulléndose los ríos, las montañas, mi pueblo está concesionado, ¿puedes creer eso?
¿El Estado le está dando prioridad a los proyectos extractivos y a su propia economía por encima de los intereses de los pueblos indígenas? En Bolivia existen casos emblemáticos como el Parque Nacional Madidi o Chepete – El Bala, ¿qué ocurre con el cumplimiento de las categorías de protección de estos territorios?
En 2019, el Madidi ha sido declarada el área protegida más megadiversa y el 8 % está comprometido para minería. El 14 de mayo (de 2021) descubrimos que el río Tuichi —que nace en los Andes y atraviesa a todo el parque y todo mi territorio Uchupiamona— está concesionado. Ya no hay categoría de protección que verdaderamente funcione o se cumpla en Bolivia. En Tariquia, en 2015, aperturaron todas las áreas protegidas para todo tipo de actividad extractiva. Con el Tipnis [Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure] han achicado el área núcleo para hacer que tres pozos que quieren explorar queden fuera y así hacen y deshacen. Ahí los operadores son las instituciones descentralizadas —como el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y la Autoridad de Bosques y de Tierra— son el brazo operativo del gobierno para dar paso a la actividad extractiva.
Empezamos con el Chepete-Bala que amenaza con inundar siete veces el equivalente al tamaño de la ciudad de La Paz, sería el segundo lago más grande después del Titicaca. Estaría matando y obstruyendo cinco ríos para siempre: el río La Paz, el Cauca, Beni, Quiquivey y Tuichi. Inundaría seis territorios indígenas: mosetenes, tchimanes, ese ejjas, lecos, tacanas y uchupiamonas. Además, de dos áreas naturales protegidas, que son la Reserva de la Biósfera Pilón Lajas y el Madidi. Estarían desplazando a más de 5 mil indígenas de esos territorios para hacer estos proyectos, sin contar a las poblaciones periurbanas río abajo. Y ahora que con la pandemia ha desaparecido el turismo, este es tal vez el momento propicio para asfixiarnos económicamente a las comunidades y el gobierno tiene todo el poder de ofrecer dinero y estamos vulnerables a aceptar cualquier cosa que nos ofrezcan. La pandemia solo ha hecho visible la necesidad que los pueblos siempre hemos vivido: desatendidos, relegados, discriminados y ahora profundizado por la pandemia. Estamos más vulnerables que nunca y tampoco es casual.
¿Cuál ha sido el avance en la protección del territorio y qué mecanismos tienen para su defensa y vigilancia?
En mi región nos dicen que todavía no nos está afectando, que todavía no hay represas, pero el hecho de que ya vivamos en constante alerta, no vivamos tranquilos y estemos con esa incertidumbre constante, de estar desconfiados de quién entra al territorio y para qué, eso ya es una afectación. Ya nos están afectando la vida, esa vida que solíamos llevar. Estamos en actividad siempre, viendo qué vamos a hacer si entran, cómo vamos a responder. Estamos en guerra, nos han declarado la guerra a los pueblos indígenas, donde no tienes posibilidad de pensar en tu desarrollo, lo que tú, de manera autónoma, quieras hacer y que cuentes con el apoyo del gobierno. Es una guerra declarada porque los pueblos indígenas estorbamos, perjudicamos a ese interés de las grandes trasnacionales del gobierno, de mantenerse en el poder (…) La mejor manera de desaparecer indígenas es quitarles su territorio y hacerles pelear entre ellos. Cuando estás en guerra, todos tus recursos están destinados a defenderte mental, espiritual, material y psicológicamente. Estás constantemente volcado a esa defensa y no tienes tiempo para pensar en nada más.
¿Cómo se lograría, precisamente, un reconocimiento pleno y respeto del Estado hacia los pueblos indígenas, sus conocimientos y los territorios?
Es que no nos tiene que reconocer, tiene que respetar. Yo no soy quién para reconocer que tú existes y darte como una concesión el reconocimiento. El Estado es el primero que tiene que cumplir y garantizar, así como dice la Constitución, los derechos. Les guste o no, hay pueblos indígenas, somos diversos y queremos vivir y tenemos derecho a desarrollarnos en lo que quisiéramos hacer y contar con asistencia si lo requerimos. Están invirtiendo más dinero en destruir al planeta, en destruir los territorios, las fuentes de agua. ¡Pucha! La plata corre como río para destruir los propios ríos, los bosques y los territorios indígenas. Hablan de billones, ya no sabemos ni cuántos ceros, pero para que nosotros desarrollemos o hagamos algo, tres ceros es demasiado. Eso es discriminación, por eso digo que es una guerra declarada. No estamos pidiendo reconocimiento. Es como el hijo ilegítimo pidiendo el apellido a un irresponsable: eso es denigrante, humillante para nosotros. Existimos y se nos tiene que respetar, tenemos derecho a recibir apoyo de todo tipo, sea del gobierno o de la sociedad civil.
Nosotros lo hemos dado todo para proteger los territorios, han reconocido finalmente que nosotros —y me molesta que digan también que somos actores clave— somos los que hacemos posible que toda la naturaleza que existe ahora siga existiendo, no solo para nosotros sino para todos, somos los guardianes de la vida. Queremos que simplemente se cumpla la constitución política del Estado, quizás no es perfecta, pero la Amazonía, la biodiversidad, las áreas protegidas y los territorios están ahí específicamente, ¿qué más necesita este gobierno para garantizarnos ese derecho? Este es el gobierno de los poderes económicos, no del pueblo boliviano.
¿Qué significado ha tenido la participación de las mujeres indígenas en la lucha de defensa del territorio y qué tanta representatividad tienen en organizaciones como la Contiocap y la Mancomunidad?
El rol de las mujeres es fundamental aunque no se vea y no se le haga visible, aunque siempre estemos detrás y en segunda fila. Son las mujeres las que sostienen la lucha, la cara sí es el hombre, el que está adelante liderando, pero quienes sostienen son las mujeres. Lo vivimos en las marchas y las vigilias. Éramos nosotras gestionando la comida, lo poco que uno lleva lo entrega a las mujeres que son las que administran y hacen que eso se estire como chicle y alcance para todos. Es decir, sin la participación de las mujeres en estas luchas por los derechos, por los territorios y en cualquier aspecto, simplemente no sería posible, sinceramente. Yo veo que los hombres se rinden y no soportan mucho la presión. Y hablo de mujeres de 60 o 70 años, de mujeres que han dejado a sus hijos en casa, mujeres que son esposas de alguna autoridad y que lo sostienen a él en la lucha y también a su familia. Pero caminamos la misma distancia en las marchas, con los pies ampollados, cansados, con lluvia o sol. Y las mujeres tenían todavía que cocinar y alimentar a toda la marcha. Yo soy solo una persona más de todas esas mujeres luchando en los territorios. Digamos que soy la cara visible, pero detrás de mi cara hay muchas otras mujeres.
En Contiocap somos mayoría las mujeres defensoras y creo que tiene que ver con proteger a tu descendencia y sentir que tus hijos van a tener un territorio un día. Como decía una anciana de mi pueblo —justamente cuando querían concesionar las 31 mil hectáreas en el territorio—, ella estaba escuchando, calladita, y en tono de reprendernos, dijo: ¿Será que para eso hemos cuidado todo este tiempo? Para que ustedes piensen de dónde van a comer, de dónde van a alzar algo —alzar es como tener acceso a fruta, agua y comida— y ahora ustedes están pensando en entregarlo a otra gente. Las mujeres tenemos claro que es para nuestros descendientes y las futuras generaciones, cosa que los hombres tal vez no lo tienen. Para nosotras las mujeres, lo más importante es la vida que todo el dinero o todo el oro del mundo, porque a algunos ni con todo eso se les quita la ignorancia.