El Cedib: preservando y generando información (Opinión, 30.8.15)
Actualmente, mientras el Gobierno cuestiona el rol de Organizaciones No Gubernamentales en el país e impulsa un proceso de adecuación de personerías jurídicas, el Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib), una de las instituciones observadas por el vicepresidente Álvaro García Linera,
continúa ofreciendo sus servicios de información y mantiene en marcha sus proyectos de investigación.
BREVE RESEÑA HISTÓRICA
A principios de los años 70, un grupo de graduados universitarios cochabambinos, sensibilizados ante las condiciones del sector campesino –que además de un proceso de desestructuración, estaba atravesando una compleja crisis agraria– creó el Instituto de Educación para el Desarrollo Rural (Ineder) con oficinas en el exmatadero, para apoyar a este grupo mayoritario en Bolivia, a través de proyectos de entrenamiento, capacitación e información.
La información, precisamente, fue el motor que propició la generación de una biblioteca propia, un espacio documental que reuniera publicaciones de interés nacional y cuya circulación entonces no abarcaba el área rural (prensa escrita, leyes y normativa oficial, políticas agrarias, informes e investigaciones), que fue denominado Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib).
María Lohman, miembro fundadora del Cedib y su directora durante más de tres décadas, recuerda las primeras notas de prensa que recortó y comenzó a clasificar en 1971, artículos en los que la palabra “Censura” aparecía con frecuencia, dando cuenta del triste clima para la información en ese periodo de dictadura.
“Cuando desapareció la amenaza político-militar, Bolivia entró en 1983 a una época democrática muy agitada, en la que las organizaciones sindicales y partidos de izquierda tendían a manejar una información manipulada y utópica. De alguna manera continuaba el propósito de las dictaduras: crear un estado de desinformación” explicó María, en un artículo de 1994, de la revista europea Redial.
El Cedib se mantuvo en instalaciones del Ineder hasta el año 1992, año en el que, a través de un convenio logrado con el Centro de Estudios Superiores Universitarios (Cesu) de la Universidad Mayor de San Simón, con gestiones entre María Lohman y Carlos Quiroga Blanco (sus respectivos directores), se logró trasladar el reservorio del Cedib hasta su actual sede, en la calle Calama. Con su afiliación a la Redoc (Red de Centros de Documentación de Cochabamba) y la obtención de su personería jurídica el año 1993, el Cedib se posicionó como una referencia nacional para investigadores y ciudadanos.
SUSTENTANDO EL CENTRO
Aunque la Ley N° 530 de Patrimonio Cultural Boliviano, en su artículo 9, señala a los “documentos en diferentes tipos de soporte” como “patrimonio cultural material mueble”, el Cedib aún no ha sido reconocido como tal, a pesar de que sí fue declarado “Patrimonio Documental de Cochabamba”, en marzo de 2012.
Según el actual director del Cedib, Marco Antonio Gandarillas, la institución se sostiene gracias a la “solidaridad”: “hay gente, sobre todo de otros países, que entiende la importancia de la información para cualquier sociedad y de este centro en particular (…) buena parte de nuestros gastos de funcionamiento son cubiertos por proyectos y donaciones internacionales y otra parte, por la solidaridad boliviana, beneficiarios que cooperan y colaboran desinteresadamente en retribución a los servicios que usan”.
Dicha solidaridad se traduce en redes de apoyo que se establecieron durante años de trabajo, sobre todo durante la gestión de Lohman, quien recurrió a instancias internacionales para conseguir financiamiento para iniciativas de poco interés para las administraciones gubernamentales de la época.
“Pude conseguir fondos que apoyaron a los investigadores bolivianos y de otras regiones de Latinoamérica, Colombia y Perú por ejemplo, para continuar sus pesquisas, sin repetirlas, sino que se integraran y fortalecieran esas redes de apoyo”, explica Lohman, sin negar que aún con esos vínculos, la seguridad económica no deja de ser una preocupación.
Gandarillas recalca su agradecimiento al apoyo de los visitantes y usuarios del Cedib (efectivas mediante donaciones, suscripciones y carnets de lector).
“Si el Cedib mantiene su independencia ideológica y política, es porque obtiene una parte importante de sus fondos del pago de los servicios que oferta”, finaliza el director.
Un paseo ordenado por la historia
La responsable de Servicios de Información, Cecilia Illanes, explica que el Cedib ofrece dos tipos de servicios: el Servicio Integral de Información (SIBI), al que recurren entidades e instituciones que requieren búsquedas de alta especialización, y el Servicio de Información Ciudadana (SIC), dirigido al público en general.
Illanes explica el procedimiento del SIC: “una vez en nuestras instalaciones, el usuario es asistido por personal de esta área, se le indica cómo usar el sistema de búsqueda en una de las computadoras, y con esa herramienta, puede seleccionar el material que quiere revisar”.
Lo que el lector debe definir en la búsqueda es la temática, evento, o bien, el periodo histórico que le interesa. Por ejemplo: “derechos humanos”, “1990-1998”, u otras palabras clave.
El fondo documental del Cedib incluye más de 8 millones de noticias clasificadas en más de 500 temas; con una biblioteca de más de 60 mil títulos y una videoteca con cerca a 2.000 ítems, sobre procesos históricos del país y de la cobertura de prensa sobre los mismos.
Investigar para transformar
Trabajo de investigación
María Lohman guarda un especial cariño a la revista “Realidad Nacional”, una de las primeras producciones de investigación del Cedib que comenzó a circular a fines de los 80’s.
“Lo que queríamos era preguntar a la gente, al obrero, al minero, qué opinaba, qué pensaba, cómo vivía su realidad”, enfatiza Lohman sobre esa tarea de indagación sobre las situaciones que no eran abordadas por otras instancias, y que ahora sigue siendo uno de los puntos fuertes de este centro.
Actualmente, se manejan dos líneas de investigación –recursos naturales y problemáticas urbanas – que sirven de guía en la selección de temas a investigar, que se planifican de manera quinquenal y se validan anualmente.
De acuerdo a Gandarillas, siete personas (incluyendo al director y al coordinador general) trabajan en esta área.
“Notamos que lo que generamos tiene mucha relevancia entre la opinión pública, en la ciudadanía y en el propio Estado”, acota el director.
Por su parte, Lohman recuerda investigaciones de los años 90, sobre temas que los gobiernos de turno deseaban mantener “sin investigar”, y que les ganaron observaciones y persecución.
A pesar de las dificultades, Gandarillas afirma el compromiso del Cedib con esta ardua tarea: “conocer es importante para tomar decisiones (…) el Estado desconoce muchas materias, y no conocer puede llevar a tomar malas decisiones, eso quieren nuestras investigaciones, orientar”.
Con esta trayectoria institucional que sigue dando frutos, Lohman manifiesta un gran orgullo por sus años en el Cedib, y por la continuidad que se ha dado a la labor que inició, posible gracias al trabajo de sus miembros.
“Labor de hormiga”
La cuantiosidad del volumen de los archivos del Cedib sólo es superada por el exhaustivo trabajo detrás de su organización. Los documentos están ordenados y clasificados de manera que permiten identificar información de temáticas, eventos y personajes específicos, con la sola introducción de palabras clave, o en su defecto, tesauros, términos controlados que el personal maneja.
El sistema de búsqueda del Cedib
–Lohman recuerda que lo desarrollaron tras años de experimentos, sin un “modelo de documentación a seguir”– reduce enormemente el tiempo de indagación de la información requerida, que solía alargarse a meses con el método tradicional de revisión solo por fechas.
Cecilia Illanes explica que la minuciosa labor de clasificación y procesamiento de los numerosos documentos continua y continuará realizándo-
se mientras las posibilidades lo permitan, pero que las condiciones físicas donde los archivos se resguardan son cada vez más difíciles.
Mientras recorre las estanterías y pasillos, de filas y columnas de carpetas y tomos –cuyas versiones desde el 2008 en adelante, ya tienen respaldo digital– explica la lógica detrás de cada letra capital (tema), cada índice y subíndice (categorías temáticas) y cada código (ubicación física). También es evidente el reducido espacio y, aunque ahora la mayoría del material está ubicado en estantes, de no ampliarse, el suelo podría ser el próximo anaquel.