Tipnis: geopolítica y extractivismo (Los Tiempos, 4.12.2012)
Sin consulta previa nos vendieron un pequeño libro titulado Geopolítica de la Amazonía. Con el dinero común del presupuesto se lo distribuyó con la edición de varios periódicos. Debe ser el libro más vendido del país, pero tal vez no sea el más leído. Sólo por eso merece ya esta nota, puesto que el texto refleja la opinión sobre el Tipnis del Vicepresidente del Estado y Presidente de la Asamblea Legislativa.
El libro es breve y de pretensiones académicas por la abundancia de notas y referencias conceptuales, aunque muchas sean auto referencias. Estos aspectos ya han merecido una crítica implacable del epistemólogo Raúl Prada en su blog. Prada conoce bien las debilidades teóricas de García, han sido parte del mismo grupo de reflexión ideológica, y las expone con el rigor habitual de la exegética marxista.
Sintetizando en pocas palabras la posición desplegada en el libro, podemos decir que el Vicepresidente justifica la penetración carretera del Tipnis. Y lo hace con pleno conocimiento de que se trata de un área de altísimo valor biológico y ambiental, que los indígenas moxeños, tsimanes y yuracarés tienen derechos colectivos que emanan de un título de propiedad con plena validez legal, y que es un camino que representa una auténtica aspiración colonial de dominación territorial y cultural sobre la selva y los selváticos. Por lo tanto, está informado de las características actuales del área, de sus particularidades jurídicas y de sus implicaciones histórico-políticas.
El objetivo fundamental del texto es justificar el camino de penetración al Tipnis. Para ello, el autor apela a dos argumentos: el geopolítico y el económico, e ignora el de los derechos.
El argumento geopolítico debe considerarse como el más importante porque da título al libro. Ese argumento esgrime como razón de Estado el control territorial, y frente a esa razón no se reconoce importancia a los derechos del individuo, la vigencia de otras culturas o las aspiraciones de las comunidades indígenas. La prioridad del territorio como componente del poder estatal hizo que la geopolítica fuera materia clave de los institutos de formación militar y que se desarrollara como disciplina en la Alemania de primera mitad del siglo XX. Sin embargo, hay pocas menciones a teóricos de la geopolítica, tal vez para evitar ser asociado con el más conocido de América Latina, Augusto Pinochet. En la perspectiva geopolítica, García Linera concibe a la carretera como “un mecanismo de territorialización de la geografía por parte del Estado” que apunta a asentar la soberanía del poder gubernamental allá donde solamente existen “poderes ilegales, hacendales y extranjeros”. El costo de este esfuerzo puede ser, como otros desastres históricos alentados por la geopolítica, el de la deshumanización de la geografía. No sabemos si el Vicepresidente admite que ese costo puede existir.
El argumento económico está orientado a la defensa del extractivismo. En respuesta a la acusación de que el proyecto gubernamental daría continuidad a una perspectiva económica basada en la exportación destructiva de los recursos naturales, el Vicepresidente esgrime como defensa el argumento de que Bolivia no tiene otra opción que continuar por ese camino porque “ninguna revolución contemporánea ha podido romper la división mundial del trabajo, ni lo podrá hacer” hasta que la revolución sea planetaria. Por supuesto, por revoluciones contemporáneas entiende las que fueron orientadas políticamente por el marxismo leninismo, e ignora a las que permitieron el despliegue de la creatividad individual, la competencia en el mercado y el salto tecnológico. Y justifica el extractivismo con la distribución de la riqueza, asumiendo como propia la creación neoliberal de la Renta Dignidad/Bonosol. Y aunque el Vicepresidente sabe que esta distribución es económicamente eficaz y socialmente exitosa, parece dispuesto a mantenerla como migaja anual menor al 2 por ciento del PIB mientras apoya la asignación de millones de millones a la industrialización forzada que supuestamente ayudaría a superar el extractivismo tan arduamente defendido en párrafos atrás de su mismo texto. No es fácil comprender estos malabarismos.
Por último, es preocupante la sistemática negación de los derechos indígenas sobre el territorio en cuestión, y de los ciudadanos sobre el medio ambiente, porque si algo atraía de la nueva Constitución eran, precisamente, los nuevos derechos que ella debía otorgar. El texto de García Linera recoge argumentos de desprestigio de las organizaciones y autoridades indígenas, y los usa para rechazar su representatividad y legitimidad, para de ese modo ignorar sus reclamos, sobre cuya justeza no dice ni una palabra. En algunos momentos apoya su rechazo a los “poderes ilegales” de los indígenas en las omisiones e incapacidades del propio Estado central para hacer cumplir la ley.
El texto recoge otros temas que fueron planteados en el curso del conflicto por las marchas, como la “virginidad” del Tipnis o la posibilidad de hacer la carretera bajo el suelo para no afectar el bosque, pero ellos restan seriedad a la argumentación y distraen al lector.
Geopolítica de la Amazonía, de Álvaro García Linera, es un libro que muestra que la carretera por el Tipnis es una agresión a los indígenas de tierras bajas y al medio ambiente, la cual es promovida con pleno conocimiento de causa y en nombre de la autoridad estatal con el fin de aprovechar los recursos naturales. “Cueste lo que cueste”, al parecer, no es pura retórica.
El autor es economista
Por: Roberto Laserna Columnista