¡BIEN EL INRA! (o al menos, bien la Dirección Nacional del INRA)
Ojala todas las instituciones públicas funcionaran como el Instituto Nacional de Reforma Agraria. En el lapso de unos pocos días nos ha dado dos positivas sorpresas. La primera, que ha revertido las propiedades de dos senadores, y además senadores del MAS (que por lo demás no han intentado reclamar ni invalidar nada, era lo menos que cabía esperar), simplemente porque no cumplían la función económico-social. ¿Qué me dice, que esa era la obligación del INRA? Por supuesto, pero no estamos acostumbrados a que todas nuestras instituciones cumplan sus obligaciones, y menos aún con ese desparpajo, esa seguridad y esa libertad de acción.
Pero esa noticia quedó chiquita comparada con la siguiente. En Santa Cruz la Dirección Nacional del INRA descubre oficinas ilegales y clandestinas de dicha institución en las que funcionarios del INRA se dedican a favorecer fraudulentamente a determinados terratenientes, saneando sus haciendas en contra de las prescripciones legales (suculento negocio). Y como el Director Departamental, habiendo recibido la denuncia, no hizo nada, la Dirección Nacional lo destituye, interviene las oficinas del INRA Santa Cruz y le inicia juicio al que se supone era el responsable directo de todo el montaje, un señor Marcelo Salas, que en este momento guardia detención preventiva (como debe ser).
Más mérito aún, porque el señor Marcelo Salas no era un cualquiera. Según se cuenta en Santa Cruz, dicho señor se había hecho conocer por la facilidad con que conseguía contratos con las alcaldías de Pampagrande, Pailón, Porongo y El Torno. ¿Cómo se explica tanta influencia? ¿Verdadera excelencia profesional? ¿Mera habilidad personal? ¿O será verdad que Salas era asesor de la ministra Achacollo? ¿O será que sólo se hacia pasar por asesor? En cualquier caso el Director del INRA ha demostrado que él no se casa con nadie, que él sí cumple su misión “caiga quien caiga”, y que a este paso caerán algunos más.
¿Cómo se destapó la olla? Parece ser que una señora con vocación de terrateniente, que había pagado 40 mil dólares por el saneamiento ilegal de su hacienda, y que luego encontró que sus papeles no aparecían, denunció el caso. Si esto es cierto, nos da una pista de hasta dónde llegaba el jugoso negocio de esas oficinas clandestinas e ilegales del INRA en Santa Cruz.
¿Y qué más?
En esta película hay bastantes malos y por lo menos un bueno (el Director Nacional del INRA). Ahora bien, ¿cómo se explica que algunos importantes dirigentes campesinos hayan estado pidiendo, hace sólo unos meses, el cambio de ese único bueno? ¿Será que están en el bando de los malos? ¿Será verdad que hay toda una conspiración para acabar con la Ley de Reconducción Comunitaria de Tierras –una de las primeras que promulgó nuestro actual Gobierno‑‑ para sustituirla por otra que convierta la tierra en mercancía? Por lo menos así lo hacía suponer el Proyecto de Ley de Tierras con que el año pasado llegó al gobierno aquel Viceministro Camacho. Cierto que pronto fue sustituido, pero todavía no queda claro quién había propuesto su designación, ni con qué fines…
¿Tendrá que ver también todo esto con esta peligrosa tendencia matricida –la tierra de que venimos hablando es la misma Madre Tierra de que habla Evo al mundo‑‑ que se esconde detrás de los ataques a los Territorios Comunitarios de Origen? ¿Será cierto que entre los más peligrosos enemigos de este proceso de cambio están los loteadores, tanto los antiguos como los nuevos?
Hay más preguntas que respuestas. Pero en medio de todas las dudas, sospechas, y también esperanzas, una cosa está clara: El actual Director del INRA ha demostrado, una vez más, que está con el cambio. Tomen nota, señores.