3 millones de bolivianos combaten al Covid-19 sin acceso a agua segura (Página Siete, 17.4.20)
María Ortiz / La Paz
Alrededor de tres millones de personas en Bolivia carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, que sus viviendas no cuentan con las condiciones básicas en para cumplir con la principal recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para prevenir el contagio del coronavirus (Covid-19): el lavado de manos.
“En torno al 27,2% de la población obtiene el agua de pozos sin bomba, lo que en el Oriente se llaman norias; de ríos, vertientes o acequias, que no necesariamente están entubadas y no tienen ningún tratamiento; de lagos, lagunas, curiches o también de carros repartidores (aguateros)”, explicó el experto en recursos naturales del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib), Óscar Campanini.
Indicó que todas esas formas de acceder al agua no son consideradas adecuadas. Se basa en los criterios establecidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que señala que el agua potable segura es aquella que se utiliza para fines domésticos y de higiene personal, así como para beber y cocinar. Para considerarse tal, este recurso debe provenir de redes por cañerías, piletas públicas o pozos (norias) con bomba.
El 9,2% de la población urbana del país no tiene acceso a este servicio, mientras que en el área rural este porcentaje se dispara al 65,7% (INE). Los que sí disponen de agua potable segura en sus hogares, o cerca del mismo, no tienen garantizada su continuidad las 24 horas del día.
“Esto varía dependiendo del lugar, la zona y el prestador del servicio. En grandes ciudades como La Paz o Santa Cruz hay una mejor continuidad del servicio de agua potable. Otras zonas, por sus características geográficas y climáticas -a las que se suman las características del operador- no tienen una buena cobertura. Cochabamba es un ejemplo ilustrativo, ya que la continuidad es bajísima respecto a otras ciudades”, manifestó Campanini.
Mientras que en los departamentos de La Paz y Santa Cruz el promedio del abastecimiento es de casi 24 horas diarias, en Cochabamba apenas llega a 14. Así lo revela el último informe de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento Básico (AAPS) sobre Indicadores de Desempeño de las Entidades Prestadoras de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario (EPSA) reguladas en Bolivia.
“Hay casos extremos en Cochabamba, en los habitantes reciben agua unas horas a la semana a pesar de todos los esfuerzos que se han realizado con Misicuni”, apostilló el experto.
Un derecho fundamental
El agua potable limpia es esencial para la realización de todos los derechos humanos, según recoge la Resolución 64/292 de la Asamblea General de Naciones Unidas. La Constitución Política del Estado (CPE), del artículo 373 al 377, señala que el agua es “un derecho fundamental para la vida, en el marco de la soberanía del pueblo” y que “el Estado protegerá y garantizará el uso prioritario del agua para la vida”.
Además, para evitar el contagio del coronavirus, la OMS recomienda el lavado frecuente de manos como principal medida preventiva, un habito cotidiano difícil de cumplir en la zona Sur de Cochabamba y otras muchas áreas periurbanas del país, donde generalmente vive la clase trabajadora y los sectores populares y vulnerables.
María Eugenia Flores lleva más de una década viviendo en el distrito 8 de Cochabamba, donde el suministro de agua por la red de cañería no es más que un anhelo que comparte con todos sus vecinos.
“En mi domicilio no tengo agua potable, lo que tengo es una red comunitaria, que es como le llamamos nosotros en la zona Sur y en la periferia. Son sistemas de agua comunitarios organizados por los vecinos. Pero ahorita no tengo agua de esta red”, contó Flores.
“Este último año, el agua ha estado viniendo en bloque de Semapa mediante una red de aducción que luego direccionan a los tanques de almacenamiento de los barrios. Pero solo abastecen una vez a la semana por una hora y a mi zona no siempre llega”, prosiguió Flores.
Cuando tiene suerte, consigue reunir hasta cinco turriles, equivalente a mil litros. Con esa cantidad se abastecen tres personas durante una semana.
Con ese líquido, Flores y su familia cocinan, se asean, lavan la ropa, los platos, el piso, riegan las plantas y sanean el baño de su vivienda. Como no alcanza para todo, reciclan el agua para darle distintos usos.
“Tenemos que racionalizar el agua y hacer toda una acción de reciclaje, no tenemos otra forma (…) Se ha vuelto un hábito por la necesidad, ya que es cara. Pese a que es un derecho humano, hay una inequidad social terrible. Nosotros estamos pagando una tarifa de 35 bolivianos por metro cúbico cuando en la ciudad el precio es de apenas cuatro bolivianos”, lamentó Flores.
Cuando el abastecimiento de este recurso no alcanza hasta su domicilio, Flores compra turriles con capacidad de 200 litros, cuya venta es diaria en su zona. Cada uno cuesta siete bolivianos. Los últimos días, gracias a la lluvia, ha podido recolectar algunos litros más de este preciado -y esencial- líquido.
A duras penas y con grandes esfuerzos económicos, ella y su familia pueden cumplir con la recomendación de la OMS. Adicionalmente, en el lugar en el que viven, hay todavía quienes no tienen agua ni siquiera para cocinar sus alimentos.
“Durante esta época de cuarentena deberían subsidiar el agua en las zonas más alejadas para que la gente, por lo menos, pueda lavarse las manos y prevenir el coronavirus”, apuntó.
Olivera: Igual que hace 20 años
Para Óscar Olivera -recordado por haber sido uno de los dirigentes sociales que encabezaron la llamada “guerra del agua” en el 2000 en la ciudad de Cochabamba- hay similitudes entre aquel entonces y ahora.
Si bien los escenarios son diferentes, en aquel comienzo de siglo se luchó por un bien común, el agua. Fue una lucha que terminó siendo por la vida y cuya historia, 20 años después, se repite.
“La OMS indica que el principal elemento para combatir el virus es el lavado de manos con agua y jabón, pero la situación aquí en Cochabamba es muy complicada, yo diría hasta dramática, porque nosotros todos estos años hemos seguido trabajando con diferentes comunidades frente a un abandono total del Estado para otorgar el agua en buenas condiciones”, aseveró el portavoz de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida en 2000. Esta coalición popular expulsó a las transnacionales que privatizaron el agua en Cochabamba.
Olivera pertenece a un sistema comunitario de agua que agrupa a cien familias. En su barrio disponen de un pozo que lleva directamente el líquido hasta la red domiciliaria, sin pasar por ningún proceso de potabilización.
En su casa dispone de un sistema de cosecha de agua de lluvia en turriles. Si bien es una alternativa al problema es algo que no está al alcance de todos.
“En la zona Sur hay familias que viven con apenas cinco litros de agua por persona por día para todos los usos. Por ejemplo, el agua que usan para lavar la ropa la tienen que volver a utilizar para asearse las manos durante un buen tiempo, luego para echar a las plantas ornamentales, para echar al baño, etc. Esto es inconcebible, algo que las autoridades no ven y ahora, en esta coyuntura, la situación se agrava”, expresó Olivera.
“Si siguen haciendo esto en el contexto actual las probabilidades de contagio son tremendas, pero seguramente la gente lo esté haciendo porque no tiene otra alternativa”, añadió.
Aseguró que este sector de la población está viviendo con “zozobra” una situación ante la que no tienen cómo protegerse. La falta de acceso a agua potable segura atenta contra su salud y su vida y, en los tiempos que corren, los convierte en potenciales focos de contagio para el
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