El auge de los gobiernos subnacionales en América Latina está vinculado a los intereses de empresas transnacionales, generando tendencias autonomistas en regiones con resistencia a su accionar.
Este fenómeno se acompaña de políticas descentralizadoras que han relajado las condiciones para la inversión extranjera, lo que ha debilitado el papel del Estado Nacional. A diferencia de los países desarrollados, donde estas políticas se implementaron con Estados consolidados, en América Latina se enfrentan a estructuras débiles, lo que podría conducir a la balcanización.