Tras la firma de nuevos contratos con las petroleras, el apoyo a la gestión del presidente Evo Morales ha aumentado significativamente, superando incluso los niveles iniciales de su mandato. Sin embargo, la oposición encabezada por los sectores oligárquicos y los Comités Cívicos de la media luna ha intensificado su resistencia al gobierno. Aunque algunos consideran que no se está viviendo una revolución, sino más bien una radicalización de las políticas previas de la elite, la oposición se mantiene feroz en su intento por frenar los cambios impulsados por el Movimiento Al Socialismo (MAS).
A pesar de que los cambios no afectan los derechos fundamentales de las elites, estas medidas, que buscan cuestionar las prerrogativas históricas de los poderosos, son vistas como una amenaza a sus intereses y privilegios.
La resistencia de la oligarquía refleja su incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y su voluntad de defender no derechos legítimos, sino prerrogativas que les permiten mantener su control sobre la tierra y los recursos del país. El gobierno del MAS, por su parte, se enfrenta a la falta de movilización de los movimientos sociales, quienes han dejado de presionar para que las medidas se profundicen y avancen más allá de lo tímido de las reformas actuales.
Sin un pueblo movilizado, el alcance de las medidas del gobierno se ve limitado, y los movimientos sociales corren el riesgo de perder la oportunidad de consolidar los avances alcanzados hasta ahora.