Los mortales enfrentamientos entre mineros cooperativistas y sindicalizados en Huanuni, ocurridos entre el 4 y el 5 de octubre, fueron el resultado de varias tensiones no resueltas dentro del sector. Todo comenzó cuando el vicepresidente de Bolivia no asistió a una reunión clave con los mineros, lo que fue interpretado por los cooperativistas como una burla, provocando una escalada de tensiones.
Este desencuentro llevó a la toma del socavón «Santa Elena» por parte de los cooperativistas, lo que desencadenó una serie de enfrentamientos violentos que duraron más de 30 horas, dejando un saldo de 16 muertos y alrededor de 60 heridos, muchos de ellos con graves secuelas. Los medios de prensa atribuyeron los hechos a una combinación de negligencia gubernamental, intereses de los actores internos y un clima de tensión exacerbado por las divisiones históricas entre los mineros.
La minería cooperativa en Bolivia, que comenzó a cobrar fuerza tras el cierre de la Corporación Minera Boliviana (COMIBOL) en 1985 y la crisis del estaño, ha sido un sector marcado por la autoexplotación y la pobreza. Muchos de los mineros cooperativistas dependen de concesiones para explotar vetas menores, pero con condiciones de trabajo extremadamente precarias.
A pesar de su esfuerzo por acumular capital, la minería cooperativa sigue enfrentando profundas desigualdades y luchas internas que, como en el caso de Huanuni, pueden derivar en tragedias. Estos enfrentamientos también reflejan la persistente contradicción entre un sistema minero que no logra resolver las necesidades de los trabajadores y las demandas del mercado, junto con la falta de una política clara y efectiva por parte del gobierno.