Las grandes ciudades del mundo enfrentan graves crisis de agua debido a sequías y el derretimiento de glaciares, y millones de personas han sido desplazadas por inundaciones.
En su discurso del Nobel, Al Gore enfatizó la conexión entre la crisis climática y desastres humanos, pero su enfoque ha sido criticado por su apoyo a los agrocombustibles y por desviar la responsabilidad de los países ricos hacia los países pobres. La hipocresía de las políticas medioambientales de las naciones desarrolladas quedó expuesta en la cumbre de Copenhague.
En América del Sur, tanto el neoliberalismo como las políticas «antineoliberales» han perpetuado la explotación de recursos naturales, mientras las transnacionales dominan la producción y el consumo desmedido sigue siendo un problema. La falta de acción efectiva contra la depredación ambiental resalta la necesidad de un cambio real en la política y la economía.