Glencore anunció, a inicios del 2021, la venta de varias de sus operaciones mineras en Latinoamérica, que principalmente están vinculadas a la extracción de zinc. En Bolivia Glencore es en realidad la minera Sinchi Wayra y, recientemente, también la compañía Illapa. Glencore controla y participa en varias operaciones mineras en el país, algunas de ellas están en centros mineros históricos. El proceder de la firma fue cuestionado a nivel global, incluso antes del escándalo de los papeles de Panamá, y su arribo a Bolivia tampoco fue un acontecimiento transparente.
Sus activos en nuestro país pasarán a ser parte de la carpeta de la empresa canadiense Santa Cruz Silver Mining. Este acuerdo está siendo evaluado bajo la normativa canadiense y sin ninguna participación del Estado boliviano. Otra vez se repite la historia del negociado internacional con los recursos naturales, ahora a manos de una de las peores compañías del mundo y de otra cuya solvencia es cuestionable.
Sinchi Wayra llega de la mano de Goni
Uno de los acontecimientos que marcó la reciente historia boliviana está vinculada a la crisis social de octubre de 2003. Fruto de una gran movilización popular el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, Goni, renunció y huyó a Estados Unidos. La represión estatal causó la muerte de 67 personas. El expresidente fue, además, el principal accionista de una de las mineras más grandes del país, la Compañía Minera del Sur (COMSUR), que tenía varias operaciones y proyectos mineros. En esa época se denunció el uso de influencias y la posición política de Goni para favorecer a los intereses de su empresa en detrimento del Estado, principalmente en los contratos de riesgo compartido con la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) por el derecho de explotación en las minas de Porco y Bolívar, entre otras (Soliz, 2013).
Andrés Soliz (2013) también señala que Goni y la COMSUR jugaron un papel importante en la implementación de la lógica transnacional minera en el país, además que sometieron al Estado para su beneficio. Es muy conocido su vínculo y construcción empresarial con grandes transnacionales y su presencia en varios consorcios, incluyendo a la Corporación Financiera Internacional (IFC) del Banco Mundial, con los cuales financió parte de sus emprendimientos (Ramos, 2003). COMSUR fue una de las primeras compañías bolivianas en transnacionalizarse mediante su participación en diferentes proyectos, como en la minera Aguilar (complejo polimetálico) en Argentina.
La huida del expresidente conllevó la venta de sus empresas y activos en el país. Sinchi Wayra S. A., filial de una de las transnacionales más cuestionadas en los últimos tiempos, la suiza Glencore AG[1], compró la COMSUR. En Sinchi Wayra, tal como suele ocurrir con muchas de las firmas extranjeras presentes en el país, la composición accionaria depende de otras subsidiarias, en este caso: Iris Mines & Metals S. A. con el 99,89%, Shattuck Trading Co S.A. con el 0,06% y Kempsey S. A. con el 0,05%. Estas se constituyeron en Panamá y fueron adquiridas por Glencore, entre el 2004 y 2006, a través de una subsidiaria conformada en las Islas Bermuda, denominada Glencore Finance Bermuda.
Sinchi Wayra participó y tuvo el control de cinco minas (Poopó, San Lorenzo, Colquechaquita, Reserva y 3 Amigos), de la planta Don Diego (generación de electricidad), de los contratos de riesgo compartido con la COMIBOL para la mina Bolívar en Oruro y del arrendamiento de Porco en Potosí y de Colquiri en La Paz (PCR, 2019 y La Razón, 2011). También estaba a cargo de la emblemática fundición de estaño de Vinto, adquirida mediante el uso de influencias ejecutadas por la COMSUR en el proceso de capitalización (Miningpress, 2016).
En el caso de la mina Poopó, las áreas mineras de la COMIBOL fueron otorgadas, a través de un contrato de arriendo, a la Cooperativa Minera Poopó Ltda., quien a su vez se asoció con la COMSUR, mediante un convenio de riesgo compartido, en abril de 2002 (PCR, 2011). El 2016, ante el escándalo público de los vínculos entre cooperativas y empresas privadas, la cooperativa decidió finalizar la relación contractual con Sinchi Wayra (Mejía, 2016).
Sinchi Wayra maniobra para generar un nuevo vínculo con el Estado y crear una empresa: Illapa
Previo a la promulgación de la actual Ley de Minería, el 2014 Sinchi Wayra reacondicionó los contratos de riesgo compartido que suscribió con la COMIBOL a través de la compañía denominada Sociedad Minera Illapa S. A. La estructura accionaria de esta es la siguiente: Apamera Limited ostenta el 98%, Bendelli Holding Ltd. el 1% y Mining and Technical Services (Bermuda) Ltd. el restante 1%. Apamera Limited es también subsidiaria de Glencore y parte de una compleja red de empresas establecidas en paraísos fiscales.
Las reglas normativas respecto a los contratos mineros recién se incluyeron el 2014 en la Ley de Minería 535, por ende, los convenios previos se suscribieron sin contar con un marco regulatorio definido y aprobado. Se desconoce cómo Illapa se adecuó a una ley que no existía o qué intereses se encubrieron al experimentar con, nada menos, dos de los principales e históricos yacimientos mineros del país.
Asimismo, el contrato fue “extrañamente” modificado. Un reajuste en la fecha de inicio del acuerdo benefició a Sinchi Wayra/Illapa con cerca de 20 millones de dólares en detrimento del Estado boliviano (Yañez, 2013). Por este convenio el exministro de Minería, José Pimentel, presentó una denuncia a la Fiscalía, en la cual acusa a personeros de la COMIBOL de falsificación. En esta señala que los funcionarios alteraron el acuerdo para beneficiar a la transnacional. Pasaron casi ocho años y no se sabe cómo fue resuelto el caso. (Página Siete, 2014).
Antes de la nacionalización de Vinto y Colquiri, Sinchi Wayra ostentaba un importante grupo de actividades mineras, que constaba de operaciones activas de importancia, además del complejo metalúrgico más grande del país (Vinto). A su vez, su casa matriz, la transnacional suiza Glencore, era considerada como una de las compañías diversificadas con mayores ingresos en todo el mundo.
Glencore: entre denuncias de fraude, crímenes y violación de derechos
El empresario Marc David Rich fundó la compañía en Suiza en 1974 con el nombre de Rich & Co. Esta se dedicaba a comerciar minerales y petróleo, además de carbón. Debido a una gran cantidad de denuncias y demandas por fraude en Estados Unidos, en 1994, pasó a denominarse Glencore International, y con el tiempo logró constituirse como la principal empresa de comercio de materias primas en el mundo (Red Sombra, 2017).
Glencore está presente en todo el mundo, controla varias de las cadenas de valor de una amplia gama de productos y es la cuarta compañía minera a nivel global en cuanto a ingresos. Genera procesos de expansión en los mercados, por ejemplo, amplió la extracción de minerales polimetálicos a carbón a través de la fusión estratégica con la británica Xtrata PLC el 2012. Esta fusión valorada en 90.000 millones de dólares consolidó una compañía que actualmente se denomina Glencore PLC (BBC Mundo, 2012).
La Red de Observadores de Glencore en Latinoamérica, llamada también Red Sombra, (2017), identificó una serie de contravenciones y acciones punibles cometidas por la compañía en el continente, principalmente en Colombia, Perú, Bolivia y Argentina. La red, en su informe sobre las actividades de Glencore, indica que la región es uno de los lugares más lucrativos para la transnacional, justamente por la debilidad institucional, complicidad estatal y nula efectividad de las políticas de fiscalización. Además, dice que generó daños ambientales y señala la existencia de una estructura compleja y oscura, a partir de la creación de paraísos fiscales y negocios poco transparentes que ejecutaba la empresa, cobijada en injustos tratados comerciales y amparada en la impunidad.
Glencore también es conocida en el mundo por una gran cantidad de escándalos que implican corrupción, violación de derechos, irresponsabilidad ambiental, uso de milicias armadas, y, recientemente, se hizo público su rol en lo que se refiere a una extensa red de empresas offshore y actividades delictivas. Varias de ellas están incluidas en la investigación denominada “papeles del paraíso”, fundamentalmente basada en información encontrada en la oficina del consorcio jurídico Appleby, con sede en Bermuda (Gutman, 2020 y ICIJ, 2017).
El arbitraje impuesto por Glencore a Bolivia
Por una compleja tramoya jurídico-comercial, apoyada por el Estado, se entregó el principal complejo metalúrgico de Bolivia, Vinto, a la compañía inglesa Allied Deals PLC, la cual también operaba en el centro minero de Huanuni en Oruro. Esta firma lo adquirió como fruto de un proceso entreguista[2] y a un precio indignante en relación con su valor real: pagó 14 millones de dólares en vez de 140 millones de dólares (Diario Crítico, s/f). Luego se declaró en quiebra y transfirió Vinto a la COMSUR de Goni, por un valor mucho menor y violando algunos términos contractuales. Este fue el argumento central para que el 2007 se promulgue el Decreto Supremo 29026, que revirtió al dominio del Estado boliviano todos los activos de la empresa metalúrgica.
Posterior a ello, un conflicto entre trabajadores mineros cooperativistas y Sinchi Wayra, en el centro minero de Colquiri, fue el detonante para que el gobierno decidiera nacionalilzar parte de esta mina[3], que era operada bajo la figura del contrato de arrendamiento entre la COMIBOL (dueña de las concesiones) y Sinchi Wayra. A través de maniobras realizadas por la COMSUR, la compañía obtuvo el control del yacimiento.
La nacionalización de Vinto y Colquiri provocó que Glencore interponga un arbitraje, a través de su filial en Bermuda, en contra del Estado boliviano. Este se inició en la Corte Permanente de La Haya, el 19 de julio de 2016, donde la empresa pidió una compensación de 675,7 millones de dólares (PCA, 2017).
Lastimosamente el país perdió la mayoría de los arbitrajes interpuestos, muchos de ellos terminaron en una negociación de montos a compensar, y las autoridades manifestaron que esto era una victoria para el país (Condori, 2021). Estas fueron derrotas, pues no se quebrantó la estructura y blindaje que protege a las transnacionales. Los acuerdos arribados en los arbitrajes no contemplaron los daños ambientales ocasionados, la especulación, el saqueo, la violación de derechos y los negociados con los recursos naturales, todo eso en obvia complicidad con el Estado.
La venta de sus minas en Bolivia a una empresa júnior canadiense
En marzo de 2021 el portal especializado en mercados de commodities Fastmarkers anunció que Glencore iniciaría un proceso de venta de algunas de sus operaciones mineras en la región. La página indicó que el portafolio de oferta incluía a la Mina Aguilar en Argentina, los Queñuales en Perú, un proyecto exploratorio en Colombia y varias minas de Sinchi Wayra/Illapa en Bolivia. En ese momento ni la empresa ni el Estado boliviano confirmaron o desmintieron esa información. La compañía continuó operando en el país, y notificó en mayo de ese año la obtención de 23.134.647 dólares mediante la emisión de los pagarés bursátiles Illapa II-Emisión 1 (Sociedad Minera Illapa, 2021).
Es necesario notar que Glencore se desdobló en una variada arquitectura corporativa a partir de su filial Sinchi Wayra, es decir, creó otras empresas como la Sociedad Minera Illapa o la Empresa Minera San Lucas. Illapa/Glencore fue la primera minera en ingresar a la Bolsa Boliviana de Valores (BBV), y, tal como señala Salazar (2021), emplea mecanismos financieros para cubrir los costos de operación. Esta acción fue reconocida por la misma compañía. En pocas palabras, su ingreso a la BBV posibilita que los fondos nacionales (provenientes de los aportes para las jubilaciones y de los ahorros en general)[4] cubran los costos de esta firma transnacional. En 2019 y 2020 Illapa financió 50 millones de dólares a través de este mecanismo.
Mientras Illapa continuaba con sus operaciones financieras, su principal casa matriz estaba en plena negociación en torno al futuro de la compañía en la región. El 12 de octubre de 2021 la transnacional Glencore anunció que llegó a un acuerdo con la empresa canadiense Santa Cruz Silver Mining (SCSM). Dicho convenio establece la venta de sus principales negocios de zinc en Bolivia por 110 millones de dólares, de los cuales 20 se harían efectivos inicialmente y los restantes en los siguientes cuatro años (Mercopress, 2021).
Llama la atención que Glencore y Santa Cruz Silver Mining, en sus respectivos comunicados sobre el contrato, se contradicen. La primera señala que la transacción es por los activos de zinc y la segunda aduce que la compra es por la plata. Esta resulta ser una extraña confusión o interpretación intencional, además que el acuerdo, según SCSM (2021b), implica la:
Participación del 45% en las operaciones mineras productoras de Bolívar y Porco [los contratos con la COMIBOL a través de Illapa] (…), una participación del 100% en el negocio Sinchi Wayra que incluye el complejo minero productor Caballo Blanco [que comprende las minas Colquechaquita, Tres Amigos y Reserva], el proyecto Sorocaya y el negocio de compra y comercialización de mineral de San Lucas y ciertas propiedades y activos relacionados.
Respecto a este mismo convenio, el comunicado de Glencore (2021) dice que la transnacional suiza recibirá una regalía neta del 1,5% de las operaciones de las minas más importantes, además retendrá los derechos de extracción de por vida de las minas más relevantes. Esto último se constituye en una muestra más de la imposición del poder corporativo sobre cualquier marco legal o intento de política soberana acerca de los recursos naturales. La normativa nacional no contempla ni permite esta práctica.
El nuevo propietario de los activos de Glencore en Bolivia es una compañía minera canadiense que, por sus características, está dentro de las denominadas júnior. Las empresas júnior, principalmente las canadienses, son aquellas que se conforman con fines especulativos, priorizando procesos de exploración para transferir los “descubrimientos” a otras empresas con capacidad operativa mayor; cotizan en la bolsa, maniobrando constantemente, y son protegidas por las leyes de Canadá, además gozan de impunidad en múltiples niveles (Sacher, 2011).
Bolivia tuvo constantes acercamientos con empresas mineras júnior canadienses, basta recordar a Castillian Resourses Group, la cual pretendía hacerse cargo del proyecto minero Achachucani en Oruro, justamente un sitio de vocación agrícola y cuya organización social se impuso a la compañía. La empresa terminó cambiándose de nombre y renegoció el prospecto con otros socios.
Otra firma canadiense júnior, que llegó con la venia de las autoridades nacionales, es la South American Silver (SAS). Esta ocasionó el conocido conflicto de Mallku Khota en Potosí, ya que pretendía explotar minerales como la plata e indio imponiendo su proyecto a las comunidades a partir de cuestionables acciones administrativas y gozando de impunidad (CEDIB, 2018).
En este caso el Gobierno determinó la nacionalización del yacimiento y SAS promovió un arbitraje internacional. Por ello, Bolivia pagó 18,7 millones de dólares. Sin embargo, se evidenció que la empresa se enriqueció especulando con los recursos naturales y se estableció en el país con un capital de alrededor de 700 dólares (CEDIB, 2018 y Ramos, 2018). Otra firma canadiense júnior que especuló con los recursos naturales, en el área de hidrocarburos, fue Cancambria Energy Corp. Esta logró sentar a la plana mayor del Gobierno (2018) para vender el negocio del fracking en el Chaco, pero no contaba con el soporte financiero ni la capacidad operativa para desarrollar un proyecto de la magnitud como el que proponía.
Santa Cruz Silver Mining se constituyó el 2011 bajo las leyes de la Columbia Británica en Canadá y es el resultado de la fusión entre la firma canadiense júnior Forte Resources Inc. y una empresa minera mexicana, denominada también Santa Cruz Silver Mining. La compañía está a cargo de operaciones en México y cotiza en el TSX Venture Exchange; se dedica a la exploración y explotación, principalmente de plata, y entre sus operaciones están las minas Zimapan, en el estado de Hidalgo, y Rosario, en San Luis Potosí, además de otros prospectos, sobre todo exploratorios (SCSM, 2021a).
Asimismo, SCSM tiene soporte financiero mexicano mediante algunas operaciones en dicho país y decidió transformarse o migrar al régimen de protección minera canadiense a través del negocio ejecutado con Forte Resources Inc. De esta forma, abrió su casa matriz en Canadá y despliega desde allí su red de negocios.
Es necesario notar que el último reporte de estados financieros de SCSM, que data de septiembre de 2021, indica que la compañía presenta una serie de incertidumbres financieras que ponen en duda su capacidad de continuar con sus actividades, dado que se evidenció un déficit en relación con los flujos financieros. Algo similar dice el informe de 2018 (previo a los efectos de la pandemia), en el que la empresa auditora señala la existencia de inconsistencias que podrían inviabilizar su funcionamiento (SCSM, 2018 y SCSM, 2021a).
Conclusiones
Glencore se consolida y vuelve a poner en práctica maniobras para continuar succionando los recursos naturales, además deja una larga historia de dudas e incertidumbres sobre su desempeño económico y ambiental. Su llegada y la manera en la que se benefició de los negociados del gonismo son un antecedente de que ningún Gobierno quiso sanear ni evidenciar esta situación, a pesar de la nacionalización de Vinto y la consecuente obligación sobre Colquiri. Más bien sucedió todo lo contrario, la compañía se aprovechó de la indulgente complicidad de las autoridades de turno y de la falta de capacidad, claridad y seriedad de la gestión minera en Bolivia.
La constante conflictividad ambiental y laboral en sus operaciones es una característica que marcó su presencia, al igual que la opacidad de sus negocios a partir de la creación de filiales en paraísos fiscales. El contrato experimental, aprobado por la Ley 386 de julio de 2013 y que suscribió con la COMIBOL, evidenció una serie de vicios (el acuerdo no contaba con respaldo legal), que demuestran parte de la naturaleza de las acciones que llevaba a cabo esta compañía. Los convenios se firmaron nada menos que por dos de los principales e históricos yacimientos mineros que perduran en el país y cuyas perspectivas aún son prometedoras, según el reporte de SCSM (2021b)[5].
El arbitraje con el cual pretende obtener una indemnización de 675 millones de dólares, por la nacionalización de Vinto y Colquiri (en 2007 y 2021), es encarado por una de sus filiales constituida en las Islas Bermuda (con base en el acuerdo de Protección de Inversiones firmado entre Bolivia y Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en 1988). El procedimiento contra el Estado boliviano, representado por la Procuraduría, continúa en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. Glencore se irá del país con impunidad por sus acciones contrarias a los intereses nacionales, recibirá una renta y posiblemente obtenga un considerable monto de dinero del erario nacional.
Existe poca información, desglosada, sobre la exportación de minerales, la ganancia y la tributación de Sinchi Wayra/Illapa, mucho menos de los negocios que implementó para potenciar varios de sus proyectos[6]. Esta y otras responsabilidades no serán asumidas por Glencore, tampoco las que implican impactos ambientales, sino más bien serán traspasadas a SCSM, que pretende constituirse en un actor importante en la región. Por tanto, se evidencia su transformación en empresa minera canadiense y con informes propios de rendimiento financiero negativo.
La poca información existente muestra a una compañía transnacional “de elite” que extrañamente gasta, en promedio, el 70% de sus ingresos en costos operativos, por lo que deja a la COMIBOL y al Estado montos ínfimos[7]. El reporte de sustentabilidad de Sinchi Wayra/Illapa señala que en las gestiones 2018 y 2019 no se generaron ganancias, sino pérdidas. De ser así, cómo es posible permitir que una empresa deficitaria traslade sus derechos y obligaciones a otra, cuyos números tampoco son expectables y se duda de su posible continuidad al frente de estos yacimientos. ¿Qué negocios oscuros están por detrás de estas transacciones? ¿La COMIBOL está de acuerdo con este traspaso? Mal que bien el contrato con Illapa establece en la cláusula vigésima quinta que las partes no podrán ceder sus derechos y obligaciones a terceros a menos que ambas estén de acuerdo[8]. ¿Permitirá el Estado, nuevamente, el impune y voraz actuar de Glencore?
Actualmente la transacción entre las compañías se encuentra en revisión de los requisitos legales exigidos por Canadá para su viabilidad. Por ello, es muy probable que se escriba otro triste capítulo en la historia minera en la que, parafraseando un reporte de la organización de trabajadores de Industrial Global Unión, Glencore se beneficia de la miseria de los demás.
Referencias
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CEDIB. (2018). South American Silver consolida su impunidad. Disponible en: https://www.cedib.org/wp-content/uploads/2019/09/Mallku-Khota-Art.pdf
Condori, E. (2021). El Procurador dice que Bolivia no perdió arbitrajes y que se pagó montos razonables. La Razón. Disponible en: https://www.la-razon.com/nacional/2021/09/29/el-procurador-dice-que-no-se-perdio-en-arbitrajes-y-que-se-pagaron-montos-razonables/
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Gutman, N. (2020). Glencore, la oscura historia del socio de Vicentin. Disponible en: https://www.centrocultural.coop/blogs/surdesarrollo/2020/06/glencore-la-oscura-historia-del-socio-de-vicentin
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[1] El cambio de nombre se hizo bajo la Escritura Pública 402/2005 del 15 de noviembre.
[2] La capitalización fue la columna vertebral del proceso neoliberal de privatización, implementado por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
[3] Un sector del yacimiento quedó bajo control de la cooperativa minera 26 de febrero.
[4] Salazar señala que los fondos de la Bolsa Boliviana de Valores son principalmente inversiones de las AFP y los generados por la banca.
[5] El anuncio referente a la transacción con Glencore hace un desglose del potencial que todavía tendrían las minas que son parte de la carpeta. Si se proyectan estos datos pueden representar un alto valor.
[6] Por ejemplo, Glencore adquirió, mediante una subasta, la concesión vecina al proyecto minero Bolívar, Totoral, pero no se hizo cargo de la mina o sus trabajadores ni propuso proyectos ni invierte en ella. Dejó el lugar a la suerte de los trabajadores del antiguo dueño por un canon de arrendamiento que de por sí ya constituye una ilegalidad. La mina es disputada por el sindicato y otros grupos.
[7] Para leer el informe de sostenibilidad de Sinchi Wayra-Illapa de 2019 ingresar a https://ungc-production.s3.us-west-2.amazonaws.com/attachments/cop_2021/496040/original/Reporte%20Sustentabilidad%202019.pdf?1618341748
[8] Para revisar el contrato entre la COMIBOL e ILLAPA ingresar a https://es.slideshare.net/weberbol/corporacin-minera-de-bolivia-contrato-de-asociacin-minas-bolivar-y-porco-comibol-illapa-sa
[9] Revise Industri-All (2018) en https://www.industriall-union.org/es/informe-especial-glencore-enorme-y-despiadada-empresa-de-explotacion-de-materias-primas