Toda institución que trabaje en el ámbito académico y/o de investigación y que abiertamente promueva un discurso o una ideología determinada, suele causarme sospechas y hasta despertar en mi un sentimiento de natural e incontenible urticaria. Así, las escuelas, bibliotecas, centros de investigación o colectivos de debate que se proclaman feministas, trotskistas, ambientalistas, veganos o seguidores del profeta místico Chamalú de los Andes, me han producido sentimientos encontrados que van desde la duda existencial hasta el vómito compulsivo. Hasta que los conozco. A partir de eso, o mis sospechas se confirman o recibo una sorpresa agradable y entonces me introduzco el pulgar al ano y los dejo vivir. Eso fue lo que me ocurrió con los carnales del CEDIB, pese a no coincidir con ciertos de sus postulados y principios, hay que no mas reconocer que su labor en el campo de la documentación no sólo es única en nuestro medio sino que es encomiable en todos los aspectos, pues no cabe duda que de una u otra manera todos hemos sido sus usuarios y beneficiarios y le debemos a esa institución ya no sólo respeto y agradecimiento sino, sobre todo, reconocimiento oficial y defensa a ultranza de su calidad de Patrimonio Documental. Que las instituciones públicas estén en este silencio cómplice y cobarde ante el atropello que el CEDIB está sufriendo por parte de la UMSS, es una muestra clara de nuestra condición de Ciudad enemiga de la educación y la cultura. Bastardos ignorantes y sátrapas destructores es lo que somos.
Vamos a ver el asunto de su inminente desalojo desde lo que realmente ocurre más allá de la discusión «oficial» que se da en los medios y las redes sociales:
Hecho número 1: Las autoridades de la UMSS, son unos soberbios con complejo de dictadores de orfanato. Cada comunicado que nos mandan, cada disposición que dictan, cada información que promueven parecen redactadas por el hijo opa de Mussolini, pues fuera de estar mal escritas no dejan nunca de mostrar su vocación para la amenaza, para el tufillo autoritario, para la ridícula prepotencia propia de quienes confunden el poder con la impunidad para la imposición. Por tanto, de principio, la UMSS en estos momentos, parece gobernada por el gordo abusivo del curso que a todos cae mal y que no te da opción al diálogo ni al entendimiento.
Hecho número 2: De tiempo atrás que la UMSS ya no es un referente académico ni un espacio para el debate público. Se ha sumergido en la fetidez de la politiquería, la amargura de la intrascendencia y la puta cobardía del silencio y la mediocridad y ya no hay quien le crea. No nos engañemos, no seamos cojudos, las razones por las cuales se exige el desalojo del CEDIB de los predios de la UMSS, no son administrativas, no son económicas y mucho menos, jajaja aca, jaja acadé, jajaajj ¿académicas? Jajajaj. Ni en pedo. Son esencialmente políticas, amparadas en rencores personales y en intereses megalómanos que apuntan a tratar de conquistar el mundo, Pinky.
Hecho número 3: La UMSS se comporta como casera dueña de burdel que exige el desalojo sin plantear alternativas o proponiendo soluciones. ¿Qué por qué debería hacerlo? Porque el CEDIB es un espacio que se ha vuelto imprescindible para la investigación documental en cualquier área y ¿no se supone que la Universidad se entiende y desarrolla sobre eso? Fuera de ser un patrimonio y un evidente centro de apoyo decisivo a la investigación, la Ciudad, la Universidad, los investigadores y los docentes y estudiantes le debemos eso, consideración y respeto. Más claro, se lo debemos por decencia. Palabra tan escasa en nuestro vocabulario hoy en dia. En otras palabras la UMSS, podría haber tenido una actitud decente y facilitar un solución consensuada a esta situación pero, como aprendices famélicos de Mao que somos, preferimos jugar el rol de déspotas iletrados y caporales subnormales.
Hecho número 4: El silencio de los inocentes (pelotudos) se expande más allá de la UMSS y salpica a la Alcaldía y la Gobernación que no dijeron esta boca es mía en aras de preservar este patrimonio, sino que se pasaron la noticia por las bolas diminutas de su noimportismo y su vocación para la intrascendencia, la ineptitud y el ultrajante cretinismo con el cual la educación y la cultura constituyen la última y más pobre de las prioridades de estos perlas. «Que se jodan», habrán pensado, «esta no es ciudad para investigadores ociosos» habrán concluido y se habrán dormido como angelitos y despertado mojaditos.
Conclusión: Que se vayan a La Paz, mierdas. Eso merece esta Ciudad. Merece ser engullida por la bestialidad de los ignorantes autoritarios que ya coparon las instancias de gobierno, las organizaciones sociales, las organizaciones vecinales, los colectivos ciudadanos y, claro, la Universidad. Así, un centro de documentación no tiene sentido en esta Ciudad que guarda silencio ante la estupidez pero baila alegre al ritmo de los caporales y los concursos de belleza. Vayanse a La Paz, carnales. Mandennos olímpicamente a la puta madre que nos parió.