La semana pasada, tras aplaudir la eficiencia y transparencia del INRA —actor fundamental de uno los cambios reales y prometedores realizados
por nuestro gobierno— que se acababa de expresar en el desmantelamiento de una red clandestina de lo que podríamos llamar “tráfico de saneamiento ilegal de tierras”, me hacía unas cuantas preguntas.
Y me preguntaba si detrás de esa actitud no había una secreta aspiración a cambiar la Ley de Reconducción Comunitaria de Tierras —logro fundamental de este proceso de cambio— con el fin de convertir la tierra en mercancía, y si todo ello no tendría que ver con cierta tendencia matricida que pretende descalificar las tierras comunitarios de origen (TCOs) y abrir la puerta al viejo y suculento negocio de los siempre impunes loteadores…
Pues bien, esta semana nos encontramos con la tremenda sorpresa de la destitución repentina —mientras estaba operando junto al Presidente en la zona de Colcha— de Juan Carlos Rojas, el mentado director del INRA. Inevitablemente me vuelven a asediar las mismas preguntas de la semana pasada, sólo que con una angustiosa tendencia a la respuesta afirmativa. Cierto que el viceministro de Tierras ha dado explicaciones (por la red ATB), pero éstas no parecen convincentes:
Que todo funcionario puede ser cambiado en cualquier momento. Por supuesto, pero eso no responde a la pregunta de por qué se lo destituye.
· Que Juan Carlos Rojas llevaba cinco años en el cargo y siempre es bueno cambiar. Falso, nuestro Presidente nos explicaba en Cochabamba el 2009 todo lo contrario, que más bien uno de los problemas que perjudican la gestión pública de nuestro gobierno es la falta de continuidad de muchas autoridades (y por tanto el continuo aprendizaje de funcionarios nuevos).
· Que en medio de las muchas cosas buenas que hizo durante cinco años el recién destituido director del INRA se ha detectado indicios de algunas irregularidades que serán objeto de investigación… Qué raro, si todavía no han sido objeto de investigación ¿cómo pueden ser ahora causa de destitución?
¿Entonces? No podemos dejar de recordar aquellas repetidas peticiones de que cambiaran al director del INRA, pronunciadas por dirigentes que a juicio de muchos estaban ocultando apetitos inconfensables respecto de la tierra. Esa antigua presión —¿ahora renovada?— sí resulta explicación convincente de la destitución del hombre que lo mismo revertía tierras ociosas de terratenientes oligárquicos que de senadores masistas, y sobre todo el hombre que no vaciló a la hora de desmantelar la red de tráfico montada en Santa Cruz y de destituir a un director departamental que no había hecho nada para impedirlo (y que casualmente había sido importante dirigente campesino).
No puedo dejar de recordar las ocasiones en que el Presidente Evo lamentaba la actitud de dirigentes que en lugar de buscar el cambio —que es precisamente lo que en estos cinco años operó el INRA— buscan espacios de poder y ventajas materiales, las más de las veces de tipo individual.
Probablemente muchos piensen que por lealtad debería callarme, pero precisamente por lealtad no lo hago, porque entiendo que mi lealtad no se debe a determinados dirigentes, por mucho que tengan grandes méritos acumulados en las luchas anteriores —sin duda muchos más méritos que yo—, sino precisamente a la causa por la que ellos lucharon —y que yo también abrazo— que es la causa de la revolución democrática y cultural, la causa de la Madre Tierra, la causa que Evo Morales representa. Sin mencionar la lealtad con ese compañero que tanto nos ha enseñado y que se llama Juan Carlos Rojas. Amén.