La narrativa de que Santa Cruz es el departamento más próspero de Bolivia, impulsada por la burguesía agroindustrial y los medios, oculta su historia. Tras la revolución nacionalista de 1952, el Estado favoreció a una élite agroindustrial, enriqueciendo a unos pocos mientras los pequeños productores y la población en general quedaron sin apoyo.
Las nuevas generaciones de cruceños, que abogan por la autonomía, ignoran cómo muchos de estos empresarios se beneficiaron de fondos y ayudas públicas.