La producción de agrocombustibles, como etanol y biodiésel, a partir de cultivos como caña de azúcar y maíz, se presenta como una oportunidad para América Latina, con promesas de sostenibilidad y beneficios económicos para los agricultores. Sin embargo, investigaciones evidencian sus impactos negativos, como la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la contaminación por agrotóxicos y el aumento de precios de alimentos, lo que ha llevado a millones de personas a la pobreza.
Es crucial que los gobiernos de la región implementen políticas que prioricen la producción de alimentos sobre los agrocombustibles, garantizando el derecho humano a la alimentación.
En Bolivia, la especulación de grandes productores ha exacerbado la inseguridad alimentaria, resaltando la necesidad de una mayor conciencia social sobre los riesgos de los agrocombustibles y la urgencia de proteger los derechos de las comunidades locales.