El neoliberalismo en Bolivia impulsó una intensa carrera exportadora que se profundizó bajo el gobierno de Evo Morales. En los últimos 30 años, se han exportado más minerales que en 300 años de colonialismo. Sin embargo, esta dependencia de las exportaciones mineras ha llevado a la degradación ambiental; el 64.5% de la Cuenca Cerrada y el 50.6% del Amazonas tienen derechos mineros, con la contaminación por mercurio extendiéndose a regiones remotas.

La minería no solo amenaza los ecosistemas, sino también la vida de los trabajadores. En el Cerro Rico de Potosí, se reportan accidentes fatales con frecuencia, siendo los trabajadores terciarizados los más vulnerables. La lógica detrás de la minería cooperativizada es reducir costos para beneficiar a las empresas exportadoras, lo que ha llevado a un estancamiento en inversiones mineras desde los años 90. Las transnacionales prefieren comprar a cooperativas en lugar de asumir las obligaciones laborales y ambientales que conlleva invertir directamente.