El modelo económico global establece una división entre países industrializados y aquellos que son exportadores de materias primas. Estos últimos, conocidos como «extractivistas», enfrentan un ciclo de dependencia: deben extraer grandes cantidades de recursos para poder adquirir productos industriales. Esta dinámica, heredada de la época colonial, desvinculó las necesidades locales del proceso productivo y favoreció la devastación del medio ambiente.
La dependencia de las importaciones y la intervención de transnacionales han profundizado esta desigualdad, donde el consumo excesivo alimenta un sistema que prioriza la ganancia sobre el bienestar humano.