Algunos autores y analistas, como Samir Amin, han comenzado a calificar la situación actual no solo como una «crisis», sino como una «depresión». A medida que los gobiernos e instituciones financieras del primer mundo agotan sus herramientas para salvar y reactivar el sistema financiero, evitan abordar las estructuras que lo sustentan y no implementan controles sobre la especulación.
Esta falta de acción ha conducido a una mayor concentración de riquezas y ha profundizado la pobreza, disminuyendo la capacidad adquisitiva de las mayorías y perjudicando la economía real, lo que a su vez alimenta la actual depresión económica.