Nace en Caracas Simón Rodríguez, calificado de «loco», «maestro» o «don», este ejemplar venezolano, de padres desconocidos, el 28 de octubre de 1771. Se dice que fue hijo adoptivo de Cayetano Carreño y de Rosalía Rodríguez. De su infancia, se conoce muy poco. Simón Rodríguez es un niño expósito y su único familiar conocido es su hermano Gayetano.
Su carácter nada común lo lleva a quitarse el apellido paterno, el adoptivo y a quedarse sólo con el de su madre (originalmente se hubiera llamado Simón Carreño Rodríguez), por eso es que, el mismo Simón se presenta como expósito en el acta matrimonial. |
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Se caracterizará toda su vida por seguir apasionadamente su ideal de pensar y enseñar en libertad plena. Su vida estuvo dominada por la pasión de las letras.
El primer contacto de los dos Simones se produce cuando Rodríguez es contratado por Feliciano Palacios, abuelo de Bolívar, para que en su propia casa le sirva de amanuense. Más tarde, al fugarse de la casa de su tío Carlos Palacios, Bolívar ingresará a la escuela pública de Rodríguez. Don Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América, Rodríguez (su «Maestro Universal») hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser terriblemente cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una locura singular. La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos de su edad adulta; superados algunos rices de la infancia entre maestro y discípulo, roces que nunca más recordará El Libertador, la compenetración entre ambos es intensa y duradera. Por el carácter independiente y rebelde de Rodríguez se comprende que cale tan hondo en el espíritu del joven. Simón Rodríguez, en 1794 presentó al Cabildo de Venezuela un proyecto de Escuelas Públicas, donde analizaba el sistema educativo para aquel entonces y donde planteaba la necesidad de la participación activa de los alumnos en las cátedras, exponiendo sus ideas y aclarando sus dudas. Pero las autoridades coloniales no le prestaron ninguna atención. Simón Rodríguez, además, de su conocimiento y talento como educador, sintió también la inquietud de la Libertad; participó en el movimiento revolucionario de Gual y España, y complicado en esta tentativa de independencia abandonó el país al fracasar el movimiento y se traslada a Jamaica, suplantando su nombre por el de Samuel Robinson, para evitar cualquier vengativa por parte de las autoridades del rey. Al llegar a Jamaica en 1798, se inscribió en una escuela pública para aprender ingles, donde hizo buenas relaciones con los niños, que eran sus compañeros de clase, debido a su bondadoso corazón. Luego marchó a los Estados Unidos, estableciéndose en Baltimore, donde se desempeñó por algún tiempo como cajista de una imprenta. Simón Rodríguez tenía un espíritu de aventurero y esto lo llevo a seguir recorriendo varios países. Simón Rodríguez solía decir: «No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas que marchan sin cesar». Viajó por espacio de diez y seis años, conoció Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, Rusia, Inglaterra y otros. Su estadía en el viejo continente le permite dominar el francés, el italiano, el alemán y el portugués, profundizar sus estudios filosóficos y entrar en contacto con las teorías revolucionarias que pronto implantarían un nuevo orden político y social de alcance mundial. Todos estos conocimientos, más tarde los vertería en su más destacado alumno: el Libertador Simón Bolívar. Simón Bolívar viaja a Europa para distracción de su viudez temprana, dura tres años por fuera, donde se encuentra con su Maestro Simón Rodríguez y se convierte en un viaje de aprendizaje, ya que Rodríguez vuelca todos sus conocimientos en él. En esta época Rodríguez le aconseja a Bolívar que estudie a «Helvecio, Holbach, Hume», entre otros. En 1823, vuelve Simón Rodríguez a Venezuela, cuando su antiguo discípulo Simón Bolívar se encontraba preparando la emancipación del Perú. Al enterarse Bolívar de la llegada de su maestro lo llama a su lado y lo nombra Director e Inspector de Instrucciones Públicas y Beneficencia, y regenta la Escuela Municipal de Caracas. Y en calidad de tal acompaña al Libertador a Chuquisaca, donde funda una escuela, acorde con sus ideas de enseñanza. Se esmera en hacer de sus alumnos albañiles, herreros, carpinteros y otros oficios manuales. Pero lamentablemente fracasa, porque los mismos padres de familia miraban con desagrado que sus hijos aprendieran tales oficios, teniendo que cerrar la escuela. Bolívar ratificó en 1823 la manera de enseñanza de Rodríguez sobre las buenas costumbres y el amor a la libertad: «Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso». En 1826 Rodríguez le escribía a Bolívar: «No sé si usted se acuerda que estando en París, siempre tenía yo la culpa de cuanto sucedía a Toro, Montúfar, a usted y a todos sus amigos». Palabras que sugieren la gran amistad entre aquellos jóvenes y el travieso pero respetado Pedagogo. Esto haciendo remembranza de la época que pasaron juntos en París cuando bolívar viajó a Europa. En ese entonces, Rodríguez solo contaba con treinta años. En 1829, retirado de la docencia, establece en Azángaro, sobre las riberas del Lago de Titicacas, una fábrica de Velas, que irónicamente él llamaba «De luces americanas». Pero reclamado por la población cedió a encargarse de nuevo de la Educación. Después de la muerte del Libertador, en 1830, se traslada a Lima y luego a Huacho. En 1833, fue nombrado Director de estudios del Departamento de Concepción, este mismo año, en Chile se entrevista con su compatriota Andrés Bello y funda una escuela de Barrio. Después de algunos años de permanencia en aquella República, pasó a la del Ecuador donde fue nombrado catedrático de Botánica y Agricultura del Colegio de Latacunga. En 1846, regenta un Colegio en Quito y en 1847, se traslada al Sur de Colombia, entregado siempre a su pasión de enseñar. Luego se enrumba a Perú, donde murió Simón Rodríguez, pobre y sin hogar a los 83 años de edad, el 23 de Febrero de 1854, en el humilde pueblecito peruano San Nicolás de Amotape. Fabricaba velas, que es hacer luz. Sus restos fueron trasladados en 1954 al Panteón Nacional, en el centenario de su muerte. Simón Rodríguez, fue un maestro ejemplar y gran luchador por la Libertad y la Justicia. Escribió obras de valioso interés, entre las que se pueden citar: CARTA DE SIMON BOLIVAR A SU MAESTRO, AL PISAR ÉSTE EL SUELO DE COLOMBIA, DE REGRESO DE EUROPA EN 1823 Usted, maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá usted seguido mis pasos, dirigidos muy anticipadamente por usted mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa……En fin, usted ha visto mi conducta; usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y no habrá dejado de decirse: «¡Todo esto es mío! Yo sembré esta planta; yo la enderecé cuando tierna: ahora, robusta, fuerte y fructífera, he ahí sus frutos; ellos son míos: yo voy a saborearlos en el jardín que planté: voy a gozar a la sombra de sus brazos amigos; porque mi derecho es imprescriptible, privado a todo»…Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros: mil veces dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. |