El Mutún y el fin de una ilusión (Los Tiempos, 28.5.2012)
EDITORIAL
Lo menos que se debe exigir es que las causas de tanto desacierto sean identificadas, pues sólo así se podrán hacer las necesarias rectificaciones
Cuando están por cumplirse ya cinco años de vigencia del contrato de riesgo compartido que en julio de 2007 suscribió el Estado boliviano, representado por la Empresa Siderúrgica del Mutún (ESM), y la Jindal Steel Bolivia (JSB), lo único que queda claro es que estamos ante una más de las muchas muestras de los extremos a los que puede llevar la manera improvisada como durante los últimos tiempos se han tomado importantes decisiones sobre el futuro económico de nuestro país.
En efecto, y como si todo lo ocurrido durante estos cinco años no fuera suficiente para confirmar que la suscripción del contrato entre la ESM y JSB fue una decisión tomada sin contar el respaldo de los estudios de factibilidad, durante los últimos días, que se supone son los decisivos, no han dejado de multiplicarse las contradicciones y con ellas la incertidumbre. Así lo indica, por ejemplo, la facilidad y ligereza con que de un día a otro se producen radicales cambios en las explicaciones oficiales, y con ellas las versiones sobre lo que el Estado se propone hacer para salir del entuerto.
El meollo del asunto, que radica en la imposibilidad de que el Estado boliviano cumpla a través de YPFB con la parte principal de su compromiso, que consiste en asegurar la provisión del gas necesario para poner en marcha el proyecto, sigue siendo hoy, como hace cinco años, la base principal de todas las dudas y discrepancias. Y son éstas tan grandes, que van desde los 10 millones de metros cúbicos diarios (MMmcd) estimados como mínimo indispensable para la fase inicial del proyecto, que es lo que JSB reclama, hasta los 2,5 MMmcd que, según las autoridades gubernamentales, es todo lo que haría falta.
Tan enorme brecha entre una y otra estimación es en sí misma una categórica prueba de que un contrato tan importante fue suscrito sin que las partes hayan tenido una idea clara de lo que estaban haciendo. Es decir, con la misma irresponsabilidad con que una de las partes, la india JSB, se comprometió a invertir 2.100 millones de dólares en seis años, la otra, el Estado boliviano, se comprometió a proporcionar volúmenes de gas que, por lo enormes que son, están fuera de sus reales posibilidades.
Como es fácil recordar, pues abundan los artículos que sobre el tema fueron publicados antes de la suscripción del contrato y durante los últimos cinco años, tal despropósito no pasó inadvertido para expertos en la materia. Oportunamente se advirtió sobre la inviabilidad de los términos en que fue suscrito el contrato, pero de nada valieron tales opiniones pues fueron desestimadas en los términos más despectivos.
Ahora, cuando son los hechos los que dan la razón a quienes en su momento alertaron sobre lo mal encaminado que desde un principio estuvo el contrato suscrito para ejecutar el proyecto de El Mutún, todos los esfuerzos se dedican a eludir responsabilidades. Sin embargo, como es evidente, la nueva frustración nacional no es consecuencia de factores imprevisibles, sino de decisiones mal tomadas. Por eso, lo menos que se debe exigir es que las causas de tanto desacierto sean identificadas, pues sólo así se podrán hacer las imprescindibles rectificaciones.
Por: Redacción Central | Los Tiempos